martes, 12 de octubre de 2010

ABANDONANDO LA INQUIETUD

 
 
Cada noche, siéntate en una silla y deja caer tu cabeza hacia atrás, relajada y tranquila.
 
 

Puedes usar una almohada para estar en una postura descansada
y que no haya tensión en el cuello.

A continuación, relaja la mandíbula inferior.
 
 
Relájala hasta abrir ligeramente la boca.
 
 
Empieza a respirar por la boca, no por la nariz.
 
 
Pero no tienes que cambiar la respiración,
tiene que ser como es, natural.


Las primeras respiraciones serán un poco erráticas.


Poco a poco la respiración se irá asentando y se hará muy superficial.


Entrará y saldrá con mucha ligereza; así es como debe ser.


Mantén la boca abierta, los ojos cerrados, y descansa.


Seguidamente empieza a sentir que se te aflojan las piernas, como si las alejaran de ti, como si se hubieran soltado las articulaciones.


Siente como si las estuvieras retirando de ti.


Imagina que sólo eres la parte de arriba.


Las piernas se han ido
 

Después las manos: imagina que ambas manos se aflojan
y se alejan de ti.


Ya no eres las manos; están muertas, se han ido.



A continuación, empieza a pensar en la cabeza,
que te la están retirando.


Te están cortando la cabeza y tu cabeza se va.


Entonces déjala suelta.


Simplemente déjala suelta; te la han retirado.


De modo que sólo te queda el torso.


Siente que sólo eres esa parte:
el pecho y el vientre, eso es todo.


Practica esto durante al menos 20 minutos
y después vete a dormir.


Tienes que hacer esto justo antes de dormir.


Practícalo durante al menos tres semanas.


Tu inquietud se asentará
 

Tomando estas partes como separadas,
sólo quedará lo esencial,
de modo que toda tu energía irá a esa parte esencial.


Esa parte esencial se relajará,
y la energía empezará a fluir otra vez en tus piernas,
en tus manos, en tu cabeza,
aunque esta vez de una manera más proporcionada.

 
OSHO